En este artículo te contamos cómo resolver la decoración de un ambiente integrado de forma armónica y estética, sin resignar practicidad.
Uno de los grandes secretos para que un ambiente integrado funcione es delimitar visualmente cada área, sin necesidad de levantar paredes. Algunas estrategias:
El objetivo es que cada zona esté claramente definida, pero fluya en conjunto con el resto.
Los colores son clave para dar unidad visual. Elegí una paleta base común para todo el espacio (por ejemplo, neutros como blanco, gris o beige) y sumá acentos de color que se repitan en distintos puntos (almohadones, sillas, cortinas, cuadros, accesorios).
Esto no significa que todo deba ser idéntico, sino que debe haber un hilo conductor visual. La armonía cromática aporta sensación de orden y amplitud.
Al igual que con los colores, es importante elegir materiales compatibles entre sí. Si la cocina tiene muebles de madera clara, buscá que la mesa del comedor o alguna repisa del living acompañen esa elección.
Incorporá texturas diferentes para evitar la monotonía: por ejemplo, una alfombra de yute, cortinas de lino y una mesa de mármol. La clave está en equilibrar lo uniforme con lo contrastante, sin caer en el exceso.
En espacios abiertos, la funcionalidad lo es todo. Elegí muebles que puedan cumplir más de una función:
Estos muebles ayudan a optimizar el espacio y mantener todo ordenado.
La luz es uno de los recursos más poderosos para jerarquizar áreas. En un ambiente integrado es ideal combinar:
Además, si tenés buena luz natural, aprovechala al máximo con cortinas livianas o paneles corredizos.
Un espacio integrado mal organizado puede verse desordenado rápidamente. Por eso, la clave está en el orden y la simplicidad visual:
Repetir ciertos detalles en distintas zonas del ambiente genera unidad. Por ejemplo:
La repetición intencional actúa como un pegamento estético entre las áreas.